Inéditos
1956. Crucita.
Te he visto llegar caminando
por la arena húmeda. Tus pies
descalzos se hacían palomas del suelo.
Te vi llegar con la emoción
contenida, llena tu piel de mar, tus
cabellos en sortijas.
Tu reías, e ilusionados velos tejías y
fluían de tí, en torno. Ansias espumosas
salpicaban tu luz.
Te vi llegar con las pestañas
llenas de rocío y los ojos anchos
cuajados de ti y de tu luz.
(Pág. 101)
1957. El busto con pátina dorada.
La luna en mi palma
se echó
lunas de plata bruñidas con vinagre y sidol
alumbrad siempre en ese
cielo
azul,
alumbrad la noche, la juventud
alumbrad mis ojos abiertos
y después muertos,
no os desprendáis del alto
cielo
ciego.
Tendría que mandar coser
ese roto y el hilo
hoy anda escaso.
(Pág. 4)
1957. Renunciación.
Peinarás con tus peines las copas de los árboles
tu delicadeza sin fin los acariciará.
Cómo te agradecerán, amor mío,
que tus manos se entretengan en desenmarañar sus pelambreras.
(Pág. 40)
1958. A Elena.
Es pura vaguedad dormir despierto
tener tarde en las manos
mañanas en los ojos
ser noches los pies
y un bienestar infinito como si hablando de amor no hubiera ningún ruido.
(Pág. 50)
1961. Papeles para Don Juan.
Las más gruesas pesadillas condensadas son pocas en este irreal resistir mío. Y digo resistir porque lo siento. Siento que como nadie he resistido. Y no lo digo por lo de héroe, es pura rabia de testimonio. Suben a la superficie palabras de sótano guardadas. Es el disparate de encontrarme atado entre un caos familiar estúpido y necio, lleno de aberraciones. Entre un mundo general cobarde, flojo y ruin. Con un nombre, Amable, que seguramente habrá influido mucho en mí. Con un cuerpo divino, y no lo digo por la plástica externa, lo digo por todo lo que por dentro sé. Y naturalmente en España, en la época que va del 27 al 60. Y naturalmente todo lo que mi mente y mi psicología comprenden malamente. Me he olvidado de algo muy importante: la vida de limosna del Teatro Principal y del clima de San Sebastián.
Hay que profundizar, querida imaginación, e ir viendo la riqueza de esta pobreza ejemplar.
Con 33 años toda vía no me ha costado con ninguna mujer. No he tenido para un peine, aunque siempre he pensado que cuando lo tenga no tendré pelo. Aún no he comprado un libro, "¿cómo si no tengo para papel de dibujar?” El teatro me da para estos cuadernillos. Cada cuadro es una "eneida" y cada viaje una "odisea". He leído "Ética y estética” de Kierkegaard, fabuloso testimonio. En la vida de Kierkegaard hubo una Regina, en la mía una Elena Aizpitarte.
El encontró su solución en el catolicismo. Yo, mi condenación. El creía que su dolor era enviado por Dios para purificar el mundo y para purificar su pecado en el aguijón de la carne. Yo creo que mi dolor es hijo de la imperfección de los hombres. Mi dolor fue enviado por la injusticia de los hombres. Mi dolor es por la injusticia de la sociedad. Mi dolor es por la pobreza de los hombres y las mujeres.
Kierkegaard es un melancólico. Yo un desesperado.
Kierkegaard gasta dinero en comodidades, viajes, cafés. Yo carezco de todo. En vez de café tomo cacahuetes algunas tardes (por una peseta me dan las tantas), y algún domingo llego ahora a una coca-cola. Pero me callo porque está conversación es idiota.
Indudablemente pasó mi deseo de ser santo y mártir, redentor de pecados. Yo soy ahora el que pide cuentas de ser yo el triste resultado, el receptor de los pecados vuestros. Mi sufrimiento entero debe caer sobre todos vosotros y haceros irrespirable un minuto de vida. Verla despojada y desierta, triste y melancólica, esto quiero.
Sí, he sufrido más que Cristo, más que Leopardi y más que Kierkegaard juntos. Y no obstante tu orgullo desearía que yo dijera "no ha sido nada", así te obligaré a decir "era un orgulloso, un orgulloso de su dolor".
Quisiera morir de melancolía, esa melancolía que me ha metido en los tuétanos San Sebastián. Y sin embargo, se acaba por amar lo que te destroza. Esta es la cobardía del dictador.
(Fragmento de un cuaderno)
1962. Un romance inacabado y completo. No moverse. (Parcialmente publicado, Catálogo de Galería Maeght).
Todo siempre la angustia. Todas las sugerencias del color, del sonido
venían a ser eso: color de rasgos en espasmos dolorosos.
Y Fissinger tirando el palito de bola, se aburría y se marchaba.
El hombre había entrado y andaba despacio. Muy despacio.
Vio todo aquello y comportándose con inteligencia no preguntó ¿por?
sólo se limitó a exclamar ¿qué?
y este ¿qué? fue el instinto que superó su cultura, su dominio, su inteligencia.
El hombre vio el palito de bola y como ocurre siempre que el hombre es puro, intuitivo,
supo para qué servía. Pero no se movió. Su inteligencia le dijo lo que sucedía y,
con genialidad cultitiva siguió andando, todo lo despacio que podía.
(Pág. 21)
1966. Poemas a Lourdes.
Seré siempre en tu conciencia
el enigma sin resolver.
Yo tendré siempre contigo un tiempo muerto,
tú, lo mismo,
una losa negra en tu devenir.
(Pág. 11-12)
1974. De la verdad. (Parcialmente publicados, "La mano muerta" y "Sobre el vaivén de las cortinas").
El indio piel roja
miró la tierra
y enrojeció mi cara.
La vergüenza me trastorna a mí
y maldigo ser blanco bajo la historia.
(Pág. 94)
1974. Miseria del arte en las sociedades contemporáneas.
Se habrá notado, y si no se ha notado lo aclaro, que el título es irónico. Refleja la confusión interesada, la equivocación planteada, ya que, evidentemente, no es el arte el miserable sino los artistas que viven en la miseria.
Es, aclarando, que en las sociedades burguesas sólo se habla de arte, sólo el arte interesa. Ha sido abstraído y colocado sabiamente en lugar preeminente, abstracto, intemporal, de tal forma que éste es centro, lugar y aposento de todos los contenidos deseados y así, lejano, difuminado, inexistente, separado, el artista parece no existir o su lugar es tan borroso que no se ve. Esto, por supuesto, no es metáfora sino un contenido real. Pónganse sin más las dos palabras juntas ARTE-ARTISTA y las asociaciones de inmediato nos reflejan lo dicho. Se puede acudir a mil elementos más: discursos de políticos, de eruditos, de críticos sobre arte, y se verá que jamás asoma la oreja nada sobre quién hizo eso. Y mucho menos nada de la realidad de la vida del escultor o pintor. El montaje es perfecto. ¿Qué se piensa de un artista, de cómo es? Rápidamente volverán a funcionar las deformaciones, el montaje y lo que la burguesía quiere que sea un artista. No voy a explicar con detenimiento las imágenes que se han forjado y ha forjado la burguesía para darla a la publicidad y tener a la opinión pública bajo el signo deformador. El porqué es esto no es muy difícil de ver. Mientras que el arte debe ser sacralizado con laurel y gloria (la historia y nuestra cultura y su cultura -la burguesa- lo exigen), al artista se le tolera, o francamente se le desprecia, o se le destruye, depende del grado de tolerancia. Naturalmente el arte -la obra- se puede modelar a gusto en su pasividad; el artista como ser vivo puede no ser tan manejable.
(Pág. 1)
1977. De la madreselva en flor. Poemas.
Homenaje al indio Gerónimo
De pie eréctil granito marrón sobre la pradera
estás eternamente acusando a la vieja historia americana
llamada nueva.
El tiempo de poema es propio y mío y lo hago como quiero.
Gerónimo en su caballo se rompe en prismas de colores
pero yo recojo los trozos del papel y te recompongo de nuevo victorioso,
héroe infantil de las fábulas
te recompongo para siempre
adulto para los hombres de siempre.
Gerónimo será siempre el héroe de la
inmortalidad histórica contra la barbarie americana
contra todos los blancos.
Lloraré un rato junto al almirez del pasillo
y galoparás por mi sangre roja
sobre el prado verde de mi alfombra.
(Pág. 33)
1977. Encantamiento y desencantamiento.
Cuando encontré el libro misterioso jamás soñado
lo primero que hice fue abrirlo y me tropecé, con sorpresa,
letras
dibujos a fuego, a agua, a viento
dibujos que nunca por sus formas vi.
Pensé de inmediato sentarme e ir pasando lentamente cada hoja
como si en cada una estuvieran
todas las pinturas hechas que no se han hecho
y todos los cuentos escritos que no se han escrito
y, aún así, pensé,
qué lejos queda de la realidad este libro sin igual.
(Pág. 18)
1979-82. Mis amigos los pintores.
Eduardo y Gonzalo Chillida
No sé si volver...
Cuando bajaba los últimos peldaños de la escalerita de Aranaz Darrás le vi a Juan Francisco, que subiendo unos escalones me dijo: “Te ayudo a quitarte el abrigo”, y mientras tanto en voz baja me contó que habían llegado dos señores que parecían importantes, así que me comportara y hablara bien.
Allí estaban. Tenían un aspecto parecido. Me saludaron los hermanos -pues lo eran- y el más alto me dio la enhorabuena. Rafa -Ruiz Balerdi- junto a ellos hizo las presentaciones: ”Eduardo y Gonzalo Chillida”. Se rió: ”Amable Arias”. Eduardo me hizo unas cuantas preguntas sobre algunos cuadros y su cronología. Y refiriéndose al “Cristo mal pegado”, más bien a su técnica: “A eso le puedes sacar mucho jugo”.
Le pregunté cuál era el cuadro que más le gustaba y me señaló el último, uno titulado “Viñas rojas”. Y me dijo que era el movimiento lo que veía fundamental en mi pintura.
Luego los dos hermanos fueron hacia la escalerita y Eduardo dirigiéndose a Aranaz le felicitó por la exposición. Él contestó mirándome:
-Felicita al chico, no a mí.
Los hermanos se fueron.
Me acerqué a un sonriente Paquito Aranaz.
-¿Ya sabes quién es?
-Ni idea.
-Pues el más alto es un escultor famoso, como no imaginas. Así que ya puedes estar contento.
1980. Notas para una biografía.
También me inclino por este trabajo hoy porque siempre quise, además de contar una historia, hacerlo cuando todavía no eres viejo. El resumen de una vida desde la ancianidad me ha crispado inevitablemente, causándome desazón incluso irritación. Seguramente presupongo la traición que, o lo traidor del pasado sobre todo si es propio, puede deformar lo real desde una añoranza inevitable, ¿quién no fantasea su pasado, o por el contrario quién no lo desprecia? Cuando era joven ocurría frecuentemente lo último y odiaba esto. Quizás es que odiara la vida. Espero no caer en la añoranza.
(Pág. 1)
1980. El niño judío sin patitas.
Un duende: ¡Oh, qué sueño!
Un enanito de Blancanieves: ¡Oh, qué sueño tengo!
El enanito Don Sebastián de Morra: ¡Oh, qué sueño tengo!
Un momo: ¡Oh, qué sueño!
Una enanita, Mari Bárbola: ¡Oh, qué sueño tengo!
El enanito Don Juan Filiberto de Asturias: ¡Oh, qué sueño tengo!
Luis XIII, junto a él un enanito duerme en su cuello y otro tiene un cuchillo.
La Cenicienta: ¡Oh, qué sueño tengo!
El Lazarillo de Tormes: ¡Oh, qué sueño tengo!
El enanito pinchaúvas y el comenueces: ¡Oh, qué sueño tengo!
Y la enanita María Pineda: ¡Oh, qué sueño!
El enanito Ernst Bloch, feo, con gafas: ¡Oh, qué sueño tengo!
El enanito esdrújulo: ¡Oh, qué sueño tengo!
El niño judío sin patitas: ¡Oh, qué sueño tengo!
Los siete niños de Écija:
¡Oh, qué sueño tengo!
7 veces
(Sin paginar)
1980. Hojas sueltas.
Sólo la noche es habitable.
Cuando sale la luna el mundo es bueno, el perro ladra,
tan de perro que el aullido es sonoro. El refugio de Wols...
La noche,
en ella nos hacemos fantasmas tiritantes
lóbregos y suaves de los sueños palpitantes del no-serán
serenos y atormentados, pero vivos.
Por un momento somos algo que fuimos,
como si fuéramos mañana lo posible que aún hoy somos.
Es un tiempo, trozo pequeño, cúbico, y en él estamos eternamente,
y eternamente seremos ya, por haberlo sido un segundo.
Un segundo que está más allá de todas las nadas
y de todos los no-seres,
y en él no caben los fracasos, la miseria, la muerte, el fascismo y el tirano.
El individuo se hace genial, se estira como chicle y
se hace nudo eterno de hombre, de ser.
Y se positiviza y
rescata todo el infierno, hasta las jaulas de tigre de los presos de Vietnam.
Tu loca muerte
tu sangría mirada
tus ojos venenosos
tu zarpa sanguinaria.
Doy mi angustia al día y a la noche doy mi voz.
La angustia desinfla mi voz.
Una pausa.
Silencio y muerte. Sadismo. Castración y culpa.
Pompa florida y cresta en abanico, causa de sueño.
Soy la zozobra de la generación segunda.
Me estremezco.
Un millón de miles de muertos deambulan, hacen chistes y babean.
Sus cuerpos híbridos,
terribles tormentos que nadie conoce, ni a nadie importan.
Tortura en el asilado mundo de cada individuo.
Sobre este cementerio alzo mi voz afligida, voz provocativa y peligrosa.
Y sonora, ella rueda por el ancho mundo maldiciendo vengadora.
Estuve presente con mi canto nocturno.
(Sin paginar)
1981. PerrI y Estok.
Perri se durmió y soñó que Estok le preguntaba en el sueño ¿Qué animal tiene más dientes? Perri respondió un cucudrulo ¿Quién tiene más dientes que un cucudrulo? Perri no encontró ningún animal. Estok le dijo en burla, dos cucudrulos. Perri se despertó un poco enfadado. Estok dormía.
(Sin paginar)
1981. Cuentos del 81.
"Les dije: habéis vencido al hombre, pero no al artista"
J. A. Sistiaga, tarde del 31 de diciembre de 1981.
Melitón tenía un número considerable de arañas en el suelo, en el ángulo justo de suelo y dos paredes, eran negras y peludas. Melitón las tenía amaestradas y las conocía a todas por sus costumbres sus conversaciones sus riñas y sus juegos.
Petronila, una araña vieja y majestuosa, se pasaba buenos ratos en el trapecio y daba fácilmente el salto 2, amén del salto chichimeca. Laurita y sus tres hermanas picaban a las jóvenes hortelanas y Boquitadeperifollo se subía a las damas y se quedaba acurrucada encima del coño. Pero la más hermosa era Parsifalia grande y peludísima y de grandes patas, se sabía mantener sobre dos, y lanzaba el veneno con un salero despectivo de gran solemnidad. A esta araña, la Parsifalia, la mató sin querer una tarde Paul Valéry con su pie derecho. El poeta, congestionado, escribió una olapa (elegía verrugosa que se suele escribir en casos como éste). Melitón siguió viviendo con sus arañas muy dichoso y feliz.
(Sin paginar)
1981-1982. Frankenstein.
El señor Reagan ha aprobado la construcción de la bomba H. de neutrones. Esta bomba puede matar solamente a los hombres y los animales, pero deja intacto el resto. ¿Se puede pedir algo mejor? ¿Y más bestial?
Un tiempo terrible se aproxima, Frankenstein, tu monstruosidad será como una figura de Rafael Sanzio.
(Pág. 9)
1982. Sherezades. (Parcialmente publicados, "Sherezades").
La tahitiana
A las seis daban la luz y abrían la pequeña barra de abajo en el Mónaco. Allí nos reuníamos gente joven para charlar, algunos sentados en los pocos taburetes que había, el resto de pie. Habían inventado una bebida, el cuarto: vermut, ginebra y una aceituna, creo. Junto a la barrita semicircular estaba un cuadro que siempre me gustó de Gonzalo Chillida, era un pueblo dorado, Sepúlveda. El cuadro estuvo allí, desde la inauguración que no conocí, hasta su cierre, que sí conocí. Más allá, un sofá.
Aquel sofá era otro mundo, nada tenía que ver con la gente de la barra. Y ahí, sentada, estaba una chica grande, morena, de cara exótica y ademanes delicados. Era muy bella. Solía estar sola y no era bien mirada por inabordable.
Una tarde no quedó nadie en la barrita, yo también me iba. Entonces ella se levantó y me preguntó si quería sentarme a su lado. Quería hablarme. Y en el sofá grande, con una voz casi mimosa:
- Te he visto muchas veces y quiero saber de tu vida, yo también te hablaré de mí.
Recuerdo mucho más lo que ella me contó que lo que yo le conté. Su abuela era de Tahití y cuando llegó a Inglaterra, el cambio del clima cálido y radiante de Tahití por el de las brumas inglesas la empapó de melancolía y de melancolía murió. Ella había heredado la añoranza de su abuela y prefería no tratar con mucha gente, luego las despedidas la hacían sufrir terriblemente.
Le dije de dar una vuelta por la calle.
– No, no, estamos muy bien aquí.
(Fragmento de "La tahitiana")